Del chisme y sus secuaces
*Aarón Dávila*

El vocablo griego ‘schísma’ derivó en el latín ‘schisma’, que llegó al castellano como chisme.
Se llama chisme a un rumor, un cotilleo o una habladuría que suele difundirse de boca a boca, muchas veces con el objetivo de criticar a una persona.
La murmuración es una actividad humana que consiste en hablar de alguien o algo, tan bien como mal, aunque generalmente de forma desfavorable, sin que la persona en cuestión esté presente; algunos sinónimos de murmuración son habladuría, comadreo, rumor, chisme o cotilleo, siendo este último del ámbito coloquial.
El chisme es tan antiguo como el mundo y hasta el filósofo griego Epícteto se ocupó de él dando un sabio consejo: Si te vienen a decir que alguno ha hablado mal de ti no te empeñes en negar lo que ha dicho, responde solamente que no sabe tus otros vicios y que, de conocerlos, hubiera hablado mucho más.
El sabio Salomón decía: “La gente chismosa revela los secretos, la gente confiable es discreta. El de labios mentirosos disimula su odio y el que propaga calumnias es un necio.”, y aún añade: “El perverso provoca contiendas y el chismoso divide a los buenos amigos.”.
Vaya que terrible asunto, ese pequeño órgano, la lengua, es capaz de provocar grandes incendios, desestabilizar vidas, sociedades y sistemas.
Cada una de las características del chisme involucra destrucción, maldad, celos, provoca ira, contienda, desencanto, enemistad, etc.; la pregunta ahora es ¿quién lo hace está consciente del mal que provoca un chisme? Y, de ser así, ¿qué puede causar que una persona sea capaz de desear tanto mal a su prójimo?
En general, en todas las lenguas, el chisme está asociado de alguna manera a la maledicencia, como si conllevara casi siempre esa porción de veneno, como si fuera un “recipientito” que transporta una idea teñida de hostilidad.
Lo que más impacta, en todo caso, es que el chisme por general se presenta en paquete, quien lo lanza y quién lo recibe; esto permite al primero aducir su acción, culpando al otro.
Es decir, el chisme o murmuración siempre actúa en lo oscurito, en lo engañoso o incierto, pero envuelto en paño de seda para hacerlo atractivo y tal como lo decía Salomón, en espera de la consecuencia y su secuela.
Queda claro, entonces, el pacto establecido entre quien lanza la primera canturrea; al final, un tipo de endecha sobre de quien se hable y quien la difunde. Sólo un corazón lleno de raíces de amargura, vacío, estéril, duro, puede habituarse a tales acciones de maldad.
¿Qué le sucede a la víctima del acto chismoso?, ¿por qué, algunas veces, “el puñal” se clava tan profundo que llega a rasguñar la delicada membrana de la intimidad?
Verdaderos o falsos, puestos a rodar, estos dichos ponen en boca de otros algo que nos afecta profundamente; Freud habló de ciertos aspectos del psiquismo que naturalmente deberían permanecer al margen, guardados y no revelados.
Finalmente, para no alargar más este tramo o trama, efectivamente, el chisme es una llama que se enciende sin prejuicio alguno y esta llama es difícil de apagar, apartémonos de tales prácticas y, más aún, de quienes suelen usar la vida de otros para tratar de dar brillo a la suya propia.
Siempre será mejor el respeto, la paz y la integridad de corazón, sobre toda cosa guardada en él.