jueves, abril 18, 2024
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La brecha de confianza

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*Aarón Dávila*

Foto: Ilustrativa.

A todos nos preocupa, en mayor o menor medida, el nivel de confianza que tenemos en nosotros mismos y por eso mismo nos implicamos en intensas luchas para mejorarlo. Cuando no lo conseguimos, solemos pensar que el problema es nuestro: hemos fallado en algo o quizás no somos tan buenos. ¿Y si hubiéramos caído en una trampa?

Russ Harris, psicoterapeuta inglés, afirma que la falta de confianza en uno mismo no es una cuestión de defectos personales, sino de que no se conocen las reglas del juego de la confianza, ya sea porque nunca nos lo planteamos o bien porque, aunque lo hayamos hecho, la sociedad nos ha proporcionado unas reglas equivocadas para jugarlo.

En cuántas ocasiones habremos escuchado frases como: No puedes eres muy pequeña, mejor que lo haga tu hermano, no seas tonta, o, no naciste para eso.

Poco a poco y probablemente no con la intención de hacerlo, pero nuestros padres o nuestra sociedad, socavan la confianza en nosotros mismos, es decir, nuestra autoestima y fortaleza interna. Pero todo ello no nos define como personas, mucho menos determina nuestro camino o el camino a seguir.

La brecha de la confianza, existe en la inconsciencia, más que en la conciencia de nuestras virtudes y capacidades y es necesario que, con la mayor naturalidad posible, busquemos o sigamos, al menos tres principios básicos, con la intención de crear fortalezas para nuestra vida personal y en consecuencia para el ejercicio diario de nuestras actividades.

En primer lugar: Identificar los valores que nos formaron y cuáles de estos verdaderamente se arraigaron en nuestros corazones.

Los valores son todos aquellos principios que buscan guiar nuestra vida, sin ellos, quedamos expuestos a cualquier viento y corriente y a la deriva.

La autoestima se forma a consecuencia de valores como: Valentía, responsabilidad, equilibrio, esfuerzo, determinación, honestidad, etc.

Cada uno de estos valores, nos forman como individuos y asocian logros a nuestro camino.

En segundo lugar: Autoridad moral.

La autoridad moral, es en términos simples, la capacidad de dejar ver a los demás, los valores que llevamos dentro. La congruencia de nuestra vida. Cualquiera pensaría que dejar a simple vista, quién eres y de que estas echo es un error, pero contrario a ello, los hechos y las acciones de nuestra vida, trascenderán, para bien o para mal. Lo que recuerden de nosotros al final del día, será nuestro verdadero legado.

Seguramente todos hemos recibido buenos y malos ejemplos a lo largo de nuestra vida, de nuestros padres, de nuestros abuelos de algún tío o un amigo, al término de todo, la decisión de seguir lo bueno o lo malo es nuestra solamente y no hay más a quién culpar.

En tercer lugar:  Determinación.

La determinación es aquella que arraiga los motivos e intenciones en nuestra mente y voluntad. Estar motivados, no es suficiente, la motivación tiene término y plazo, pero la determinación, se arraiga en el corazón y sólo se ve satisfecha, cuando llegamos a la meta, esa sensación de victoria, de haber alcanzado nuestros sueños. Es por esto que debemos decir, que es bueno tener sueños, pero siempre debemos mantenerlos a ras del suelo, es decir, no podemos vivir soñando, debemos hacer de los sueños realidad, darles término. Es bueno tener expectativas, pero, estas no deben ser muy elevadas para que verdaderamente sean alcanzables.

En conclusión: Los valores, la autoridad moral y la determinación, nos hacen vivir confiados, siempre a la expectativa de alcanzar nuestras metas y con la posibilidad de beneficiar a quienes caminan junto a ti, con una actitud positiva, de bien, de verdad y de triunfo frente a cualquier inclemencia o cambio que se presente.

“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” Apóstol Pablo a los filipenses.

Muchas gracias.

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