jueves, marzo 28, 2024
Opinión

Lealtad. Un valor real y un tesoro Divino

Aarón Dávila

Hace muchos años en la época de los grandes reinados, se dice que los reyes buscaban de entre sus súbditos más amados, dos cosas muy importantes; la primera de estas era lealtad y la segunda, fidelidad. Aunque para muchos la segunda es sinónimo de la primera, para los reyes no lo eran.

Lealtad en muchas formas denota un profundo respeto, devoción y deseo por agradar y mantenerse cerca de cierta persona, por voluntad propia y sin compromiso a cambio. Fidelidad sin embargo, establece un sentido de responsabilidad y deseo por cumplir o quedar bien  con alguien pero a cambio de algo, por lo general, un pago monetario o en especie.

Abundando en la idea de afección personal que acompaña a lealtad, en el habla usual se dice a menudo, apego o ley.

José López de la Huerta; primer autor que aplicó la teoría sinonímica a la lengua española, que fue publicada por primera vez en Viena en 1789, dijo que:

«La fidelidad no explica por sí sola más que la exactitud con que se cumple la obligación contraída, con que se observa la ley de vida al soberano; la lealtad añade a esta idea la del afecto personal con que se cumple aquella obligación. Por eso no se dice: juramento de lealtad, sino juramento de fidelidad.»

Para los reyes de antaño entonces, encontrar lealtad en sus súbditos, era un divino tesoro y un valor real.

La lealtad ha formado amistades, familias, comunidades, pueblos y ciudades. Naciones enteras. Pactos inquebrantables, más que por ley, por Lealtad misma han sido posibles.

Cuando el rey Salomón decía que un amigo es como un hermano, establecía precisamente, un alto grado de lealtad y uno que conlleva además devoción. Cuando un amigo es capaz de apoyarnos en nuestros momentos más difíciles o inclusive estar a nuestro lado en los más alegres, lo hace como un hermano. Un amigo verdadero es leal. Los amigos verdaderos son los que están presentes aun cuando no lo merezcamos. Se quedan junto a uno, cuando otros salen corriendo.

Lealtad por ejemplo, es un valor que nuestro país necesita, para resistir los días venideros.  Nuestra nación, es una gran nación y merece la lealtad, además de la fidelidad de sus gobernantes hacía sus gobernados. La corrupción y la impunidad son señales claras de esa falta de lealtad, amor y respeto por su nación.

Me llama la atención por ejemplo, la lealtad de una persona hacia su equipo de futbol preferido. No importa cuántas veces su equipo pierda el tan anhelado campeonato, seguirá siendo su equipo y seguirá creyendo en la palabra del entrenador y de sus jugadores, lo que me lleva a pensar que, lealtad, tiene mucho que ver también con esperanza y por lo tanto con la fe.

Abraham, quién fue llamado padre de naciones, creyó en las promesas de Dios y fue leal con Él hasta el final de sus días. La paciencia de Job, no era otra cosa más que su lealtad a Dios. Sabía que nunca le fallaría. Lo que me lleva a pensar entonces, que lealtad, inevitablemente conlleva amor.

Lealtad es un valor que arrebata momentos de triunfo a los tiempos de adversidad. Es un valor que siempre llevará a un amigo consigo.

La lealtad vence toda barrera, es auxilio en tiempos de adversidad, es fortaleza cuando el cansancio nos abate, nos levanta cuando tropezamos, nos acompaña sin importar la distancia hasta el final del camino.

La lealtad es uno de los grandes valores de la humanidad y nos hace solidarios con los problemas de los demás, con las causas justas, con la naturaleza y el medio ambiente y aun con los animales. Quién tiene una mascota por ejemplo, perro, gato, perico, etc. Entiende perfectamente el valor del que hablamos, pues es un sentido de lealtad profundo el que demuestra una mascota cuando está a nuestro lado.

Añado entonces a lealtad como virtud, el agradecimiento. Nuestras mascotas nos agradecen profundamente los buenos cuidados, las caricias, el alimento y cada detalle por ellas, me pregunto entonces. ¿No deberíamos nosotros estar agradecidos por la oportunidad de vivir? o ¿por la salud, o el techo que nos protege?, ¿por la familia que tenemos? o ¿por el trabajo que nos sustenta? Porque de no ser así, estaríamos actuando con total desapego al valor que nos ocupa y estaríamos faltándole al respeto a quienes no tienen la misma gracia que nosotros. La familia siempre será el punto de partida y así mismo, la culminación de la mejor obra.

La lealtad nos permite entre otras cosas, vivir un estado de plenitud. Nos permite sentirnos bendecidos, completos y felices, nos da un sentido de integridad, de honestidad y de paz. Nos hace mejores personas y sentirnos en muchas formas satisfechos de entregar nuestro mejor momento.

Ahora me pregunto, ¿será importante la lealtad en la familia? Por supuesto que sí, la familia es la base de todo, no podemos imaginar a un padre o a una madre sin este gran valor en el corazón, especialmente cuando se trata de los hijos, o viceversa, de los hijos hacia los padres.

El anti valor de lealtad es deslealtad. La deslealtad es desinterés, desamor, mentira, engaño, falta de esperanza y quietud. No permitamos que el antivalor, supere al valor, ya que de permitirlo, estaremos abrazando el fracaso como sociedad.

Lealtad es entonces, un valor real y un tesoro divino, siempre al alcance y disponible para todos.

 

Muchas gracias.

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