viernes, enero 17, 2025
MunicipiosNacionalesOpiniónPortada

Más seguro, más marrao

*Aarón Dávila*

Foto: Ilustrativa.

“Más seguro, más marrao,” dijo el indio. Este es un refrán popular que se refiere a las garantías o comportamiento al momento de hacer un trato.

Existe un refrán análogo en inglés que dice así: “Better safe than sorry.”. Éste pudiera traducirse de la siguiente manera; “Más vale prevenir que lamentar.”.

En la actualidad, los actos de buena fe han sido desplazados por largos contratos, duras y pesadas garantías cada vez más difíciles de cumplir y en algunos casos por demás intransigibles. 

La buena fe… Cuándo fue la última vez que pensaron en ese término, seguramente hace ya un rato y por desgracia, en la actualidad, parece tan sólo una voz al aire.

En materia jurídica, la buena fe puede definirse así: principio rector de los actos jurídicos que hace referencia al obrar con honradez, veracidad y lealtad, lo que lleva implícita la creencia de que se está actuando conforme a lo que prescribe la ley.

La buena fe en materia legal entonces, presume que al cerrarse un trato o celebrarse un contrato, este se lleva a cabo sin fraude o vicios de por medio.

Se dice que alguien actúa de buena fe cuando su propósito es hacer el bien y, de manera inversa, cuando alguien tiene la intención de hacer el mal se dice que actúa de mala fe.

El concepto que nos ocupa presenta dos dimensiones íntimamente relacionadas, una moral y otra jurídica. Desde el punto de vista de la moralidad, la buena fe es un criterio para juzgar el comportamiento de alguien y desde la perspectiva legal es un principio fundamental del derecho.

Existen dos maneras de entender la buena fe, una objetiva y otra subjetiva. Según la primera, las personas tienen el deber de actuar con honradez y se trata de un deber objetivo orientado a proteger las relaciones humanas. La buena fe subjetiva se basa en la creencia individual y en el convencimiento de que los demás actúan con una buena intención.

Lo contrario a la buena fe es entonces, la mala fe o el dolo. Ahora bien, el ejercicio de la buena fe, según vimos en las definiciones y conceptos anteriores, involucra o hacen presentes tres términos más, moral, ley y obligadamente, ética.

La moral establece normas, principios, reglas y criterios basados en el uso de los valores, cultura, legalidad, usos y costumbres entre otras cosas, lo que nos permite ver que la moral en este caso, no es sólo un término más, ni al azar. De la ley o lo jurídico entendemos perfectamente la línea a seguir, pero el involucramiento de lo moral nos introduce a un terreno muy sinuoso, ya que, hace de la buena voluntad una métrica al hacer o no lo correcto y, ahora deberíamos preguntarnos entonces ¿qué es lo correcto?

En este preciso momento, daremos paso a la ética. Anteriormente dijimos que, desde el punto de vista de la moralidad, la buena fe es un criterio para juzgar el comportamiento de alguien, quiero abrir aquí un paréntesis, para explicar lo referente a la ética.

La ética, es precisamente aquella que lanza declaraciones en forma de sentencia, para juzgar las acciones de la moral, donde es entonces la buena fe, la directriz a seguir para establecer tales preceptos.

Pero la buena fe es más, mucho más que tan sólo un criterio, la buena fe, como antes mencionamos, involucra buena voluntad y que es la buena voluntad sino el deseo de obrar bien y de la mejor manera posible, permítanme explicarlo con esta pequeña anécdota de algo que le sucedió a mi papá hace ya algunos años atrás.

En la medida de sus posibilidades, mi padre nos compró a cada uno de mis hermanos y a mí un automóvil, cuando llegó el turno del tercero de mis hermanos, mi papá lo llevo a un lote de autos con la intención de buscarle uno que cumpliera lo más posible con sus expectativas. Después de subir y bajar y de abrir y cerrar varios autos, por fin, mi hermano encontró uno que le gustó y que de inmediato, como en las buenas historias, encontraron mutuamente el brillo que los destello a ambos (hablo de mi hermano y el carro).

Mi papá estuvo de acuerdo y de inmediato, confiando en la buena fe de ese trato, firmo los papeles y pago el precio convenido con el dueño del lote. Mi papá y mi hermano salieron del lote de autos muy felices, mi hermano no lo podía creer, su primer auto, que emoción tan grande, así, que de inmediato manejaron hasta la casa para enseñarnos la gran compra a todos.

Transcurrieron aproximadamente tres días con sus noches, cuando a la mitad del cuarto día,  manejando mi papá con mi hermano cerca de la casa, dos tipos que viajaban en un segundo vehículo los detuvieron, se acercaron a mi papá y a mi hermano de forma violenta, presentando credenciales que los acreditaban como policías judiciales, uno de ellos de la ciudad de México y el otro de Toluca, con ellos llevaban una orden de detención, la cual decía que el automóvil que mi padre y mi hermano habían comprado en ese lote, era un auto con reporte de robo y bueno; creo que lo que sigue de esta anécdota es más que evidente, así es, llevaron a mi papá como comprador y al dueño del lote como vendedor detenidos a la entonces procuraduría de justicia, en donde sería necesario demostrar con hechos la buena fe de cada una de las partes al realizar el trato, para así, deslindar responsabilidades. Por supuesto que en el caso de mi papá esa no sería una tarea difícil de realizar, ya que, al revisar todos sus antecedentes y movimientos, claramente descubrieron que no había nada que perseguir, no así, en el caso contrario.

Recordemos que con antelación, dijimos que la buena fe puede ser tanto objetiva como subjetiva, la objetividad de la buena fe, demanda claridad y certeza en las acciones, mientras que la subjetividad pretende o presume la buena voluntad.

La voluntad alude la intención con que se realizan las acciones, que en este caso esté orientada al bien, los actos de buena fe entonces, como la voluntad, no dependen de nada para hacer el bien sino de la acción misma.

Implícitamente entonces, aparecen a cuadro, la honradez, la verdad y la lealtad, tres valores primarios que nos definen como personas, pero que también, ponen al descubierto nuestras intenciones. Recuerdo en este momento aquel dicho que dice: “No hagas cosas buenas que parezcan malas, ni malas que parezcan buenas.” Que nuestras intenciones sean siempre claras y expuestas sin temor a la luz.

El fin, no siempre justifica los medios, actuar con verdad y con honradez, procurará para nosotros un verdadero estado de paz. Actuar de buena fe y con buena voluntad, es respetar a mi prójimo, verdaderamente sembrar una buena semilla que, en consecuencia, nos permita realizar acciones congruentes firmes y duraderas, relaciones de paz y no de guerra.

El que es fiel en lo muy poco, es fiel también en lo mucho; y el que es injusto en lo muy poco, también es injusto en lo mucho. Jesucristo.

Saulo de Tarso decía a sus discípulos: “Ahora bien, además se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel.”. 

Qué maravilla, de manera entonces que, la buena fe, implica también el ser fieles y la fidelidad es sinónimo de honesto, noble, honrado, sincero y leal. Es por esto por lo que, en cualquier materia o bajo cualquier precepto, actuar de buena fe y además con buena voluntad, nos permite ser mejores y vivir en paz con nuestros semejantes.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *