jueves, marzo 28, 2024
Opinión

Nunca digas nunca

*Aarón Dávila*

Foto: Ilustrativa.

Justo cuando parece que no llegará, llega; en el momento menos esperado, ¡voilà!, encuentras lo que tanto buscabas.

En ocasiones la noche nos parece tan larga, tan oscura y tan fría, que quisiéramos adelantar el tiempo y ver la luz del día nuevamente; sentir el calor del sol, experimentar la calma que tanto anhelamos.

Soy el mayor de 4 hermanos y una hermana, cuando mis hermanos y yo éramos niños, probablemente entre los 5 y los 8 años, mi papá solía levantarnos muy de madrugada los sábados para llevarnos a la cima de un cerro que estaba cerca de donde vivíamos, en aquel entonces.

Para nosotros esa era una gran aventura, desde el mismo momento en que salíamos de casa, mi padre nos contaba historias que francamente, ahora que lo pienso ya de grande, se las inventaba en el camino, pero lo hacía de tal forma que nos envolvía a los cuatro (aclaro que en ese momento mi hermana aún no nacía) en la historia, de tal forma que nos sentíamos parte de ella.

Mientras subíamos aquel cerro cantábamos lo que nos venía a la mente, en aquel momento, desde aquella canción que dice: One Little two, Little three, Little indians… hasta aquella otra que dice: Había una mosca parada en la pared, en la pared, en la pared… ¡oh, sí!, con todas las vocales la cantábamos, todo aquello era parte de la aventura en aquel ascenso al cerro.

Cuando al fin llegábamos a la cima, rápidamente preparábamos una pequeña fogata, sacábamos bombones y salchichas y los asábamos, mientras tanto, muy emocionados esperábamos que despuntará el alba, ese era el momento más significativo de la noche, los cinco anhelábamos ese momento, impacientes esperábamos el suceso, cuando finalmente el sol llegaba.

Recuerdo, claramente, la sensación que nos provocaba, justo antes de su aparición en escena, un frío intenso nos envolvía, los matices de la noche se acentuaban, un silencio que todo cubría se hacía presente, los cinco nos tomábamos de las manos y, con solícito desvelo, muy atentos para no perder detalle, apuntábamos nuestras miradas al cielo frente a nosotros.

En tan sólo unos segundos, de pronto justo ahí, el astro majestuoso, reluciendo sin igual, nos daba los buenos días y nos hacía sonreír.

Así es, cuando la noche parece más larga, más profunda, más oscura, justo cuando piensas que el día no llegará, este llega, con un astro reluciente a la cabeza anunciando un nuevo episodio en tu vida, dejándote ver que delante de ti grandes oportunidades están por ser reveladas, nuevos caminos son expuestos en el momento correcto para ser transitados.

Sí, está bien dirán algunos, pero a mí no me amanece todavía, la noche se ha prolongado y parece no terminar nunca, pero nunca digas nunca, porque el día llegará y con él inevitablemente llega la posibilidad de nuevas oportunidades, nuevos horizontes por recorrer, nuevos motivos por seguir.

Cuando las cosas se tornan difíciles y justo ahora que más lo necesitas, ahí está, la fe que apunta a un nuevo camino por recorrer; vuelve tu rostro hacia un lado y hacia el otro, aún estas aquí y eso significa posibilidad.

La oportunidad de subir a la cima, esperar y ver llegar un nuevo día, está justo frente a ti, no la dejes pasar, este es un buen momento para sonreír y ver llegar el nuevo día.

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