Oscuridad y luz, el Niño Perdido de Tuxpan
*Eréndira Zavala C*

El 7 de diciembre, en la ciudad de Tuxpan, en el estado de Veracruz, sus habitantes preparan uno de sus rituales más antiguos, una tradición que mezcla fe e historia, la noche del Niño Perdido, transformando las calles, apagando las luces y perpetuando las memorias del lugar.
Dicen quienes han asistido que, a las ocho de la noche en punto, el puerto se queda a oscuras por unos minutos. Las casas, las plazas, los comercios, los mercados, los edificios, las iglesias y hasta los servicios públicos apagan sus luces para llevar a cabo la recreación de la búsqueda del Niño Jesús por María y José, sus padres; una historia derivada del Evangelio de San Lucas que narra un episodio de la vida de la infancia de Jesús.
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Cuentan que es un momento especial donde parece que el tiempo se detiene, la oscuridad llena todo alrededor, el silencio se hace presente y solo se escuchan pasos. Desde diferentes barrios y colonias de Tuxpan, comienzan a encenderse, poco a poco, pequeñas luces de velas y farolas, que se mueven como si fueran luciérnagas y forman procesiones de niños, jóvenes y adultos que forman parte de las “búsquedas” del Niño Perdido, hasta llegar al centro de la ciudad.
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