jueves, marzo 28, 2024
Opinión

¿Por qué los hombres dejamos de soñar?

*Aarón Dávila*

Don Quijote y Sancho llegaron, finalmente, a la sala de control, donde los astrónomos recibían la información enviada por los instrumentos.

-Un telescopio es como una máquina del tiempo, con él se pueden ver cosas que pasaron hace mucho tiempo. Esto es una nebulosa, la estamos estudiando para conocer su evolución… Están compuestas de gases y polvo, y en ellas se forman estrellas y sistemas planetarios semejantes al nuestro…-

A Sancho, que ya tenía hambre porque no había cenado, se le antojó que la nebulosa parecía una inmensa bandeja de brillantes viandas… A Don Quijote le maravilló tanto el contemplarla que pidió, si aún no se le había puesto nombre, que la llamasen Dulcinea.

– “Nebulosa Dulcinea”… La sin par del Toboso puede estar contenta. De esta aventura he logrado, no sólo vencer por fin a los gigantes, sino que he podido también contemplar una belleza igual a la de mi amada reflejada en el cielo. ¡Volvamos, Sancho, a nuestra historia!-

-Que no se diga que no nos enfrentamos a mil aventuras con valentía. Hoy hemos cambiado un poco el discurrir de Cervantes, pues hemos burlado unos cuantos golpes y hallado un nuevo gigante, cuyos vientos nos han sido favorables. Otros libros nos han acogido hoy, Sancho, pero hemos de regresar.-

Salieron al exterior. La noche cerrada no impidió que encontraran sus cabalgaduras. Pero, antes de marcharse, decidieron sentarse de nuevo a los pies de aquel gigante para contemplar la hermosa noche de la isla de La Palma.

Sancho preguntó, no sin antes pensar en las palabras de la astrónoma sobre la “máquina del tiempo”:

– ¿Por qué habremos hecho este viaje, señor?-

A lo que Don Quijote respondió: Porque quiénes sino nosotros, dueños tan sólo de la ilusión por alcanzar lo imposible, podíamos acompañar a los lectores en este descabellado empeño donde lo imaginado se hace realidad.

Sancho cerró los ojos, de nuevo adormecido, viendo en sus retinas la magnífica nebulosa que acababa de contemplar y recordando la frase que le dijera Don Quijote: “Porque el hombre, Sancho, nunca deja de soñar”.

(Texto publicado en el libro sobre el Gran Telescopio Canarias {GTC}, editado en 2007, con motivo de su Primera Luz.)

Los seres humanos hemos sido provistos de una herramienta maravillosa, llamada capacidad de soñar.

Soñamos distintos tipos de sueños: sueños de amor, sueños de paz, sueños de guerra, sueños de aventuras, aquellos donde nos vemos disfrutando nuestros logros personales, sueños de grandeza, aquellos sueños que nos entristecen y los que nos hacen despertar felices.

Los sueños, muy a menudo, son el reflejo de aquellas situaciones por las que estamos atravesando en cierto momento de nuestras vidas o, en muchos de los casos, descubren los anhelos más profundos de nuestros corazones.

En ocasiones los sueños se presentan inciertos o, tal vez, revelando de alguna forma nuestra condición actual, tal como el profeta Isaías lo decía: “Y será como cuando un hambriento sueña, y he aquí, está comiendo; pero cuando despierta, su hambre no ha sido satisfecha. O como cuando un sediento sueña, y he aquí, está bebiendo; pero cuando despierta, he aquí, está desfallecido, y su sed no ha sido aplacada.”.

Pero lo cierto es que los sueños provocan en nosotros sentimientos diversos, que nos mantienen, de una forma u otra, atentos a lo por venir, al verdadero estado de nuestras vidas, nos hace estar alertas, nos mantienen a la expectativa del siguiente camino por andar.

Los sueños dimensionan nuestro pensamiento, nos dejan estar donde no hemos estado y llegar a donde aún no hemos llegado.

Alguien me pregunto, en alguna ocasión, si era malo soñar, a lo que conteste: soñar es lo que me hace planear el siguiente día por vivir; cuando sueño alcanzo fronteras y momentos inesperados, nunca hay límites, nunca nadie me dice que no puedo tal o cual cosa, soñar me permite ver esa tierra prometida llegar.

Cierro los ojos y sueño que estoy con mi madre, con quien ya no puedo estar más en lo físico, pero los sueños me otorgan la dicha de hacerlo.

Sueño con una mejor situación de vida, con un México sin corrupción, con un mundo sin guerras, con una sociedad de amor; así es que le dije: Sí, es bueno soñar, pero es mejor buscar hacer los sueños realidad.

¿Por qué los hombres dejamos de soñar? Hay quienes dicen que dejamos de soñar por la educación que recibimos; yo no creo eso, porque la educación te da conocimiento, cultura, entendimiento de las cosas, tal vez, ese pensamiento aplique cuando hablamos de ciertas tradiciones o costumbres, en forma unilateral, pero en un entorno universal, la educación nos permite ver más allá de nuestra realidad, seguir caminando y luchando por ser mejores.

Dejamos de soñar cuando dejamos de creer, cuando no tenemos tiempo de hacer un alto en el camino y cerrar los ojos.

Dejamos de soñar mientras seguimos el camino que soñamos con andar, pero cada vez que se presenta una encrucijada, es justo en ese momento que debemos cerrar nuevamente los ojos y seguir soñando hasta encontrar nuevamente el rumbo de nuestras vidas.

Soñar engrandece el camino de la humanidad y la hace perdurable.

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