viernes, marzo 29, 2024
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EL IMPERIO MANDA AL DIABLO A PEÑA Y AL PRI

Por Raúl Río Valle

ENRIQUE PEÑA NIETO TERCER INFORME

  1. La tecnocracia neoliberal mexicana fue formada en las universidades de élite de Estados Unidos en los años 70s del siglo XX. Fue educada para ver hacia el norte y no hacia el sur, para aspirar a ser parte del mundo desarrollado y no del subdesarrollado, para ser socios del imperio y no vecino solidario entre los latinoamericanos, en renunciar a la regulación del mercado para hacerlo “libre”, en eliminar las políticas de bienestar social para construir el paraíso del capital, en adelgazar el Estado hasta convertirlo solamente en el Comité de Administración de un puñado de hombres de negocios, en hacer de la sociedad una inmensa fábrica de pobres con unos cuantos megamillonarios elitistas y clasistas y, finalmente, en eliminar el nacionalismo en favor del globalismo imperial.

Carlos Salinas fue y sigue siendo el personaje que impulsó y desarrolló el modelo neoliberal mexicano hasta límites no igualados en ninguna parte del planeta. Es el forjador de la utopía del libre mercado en México. Fue Salinas el que ubicó en la aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte el mayor de sus éxitos. Bill Clinton, el esposo de Hillary, fue el encargado de operar, no sin dificultades la aprobación del TLCAN la noche del 17 de noviembre de 1993, en la Cámara de Representantes por tan solo 234 votos a favor y 200 en contra.

El TLCAN fue realizado gracias al empuje de Salinas y no al deseo manifiesto de Estados Unidos y Canadá. Lo dijo Clinton claramente: “Sin la disposición de los mexicanos a abrazar el cambio el TLCAN nunca hubiera llegado”. Y el vicepresidente Al Gore lo ratificó en la visita que hizo, en diciembre de 1993, a sus nuevos socios de México: Asociar y amarrar el rumbo de México a Estados Unidos fue una decisión nacida, ante todo, de las élites mexicanas.

  1. Eran los vientos que soplaban en esos tiempos. En 1991 se había derrumbado la URSS y EU emergía como única potencia en un mundo unipolar. Cuando el geoestratega del partido demócrata Zbigniew Brzezinski, asesor de Seguridad Nacional de Carter, amigo de Clinton e íntimo de Obama, se convertía en el principal arquitecto del plan de Washington para dominar el mundo como país hegemónico del poder global mundial, desde su libro publicado en 1997 “El gran tablero mundial: La primacía americana y sus imperativos geoestratégicos” estableció Brzezinski la guía para la expansión imperial de EU, sin competencia visible.

Después de la crisis económica mundial de 2008, de la emergencia de China, de Rusia, de la India y de Brasil como potencias emergentes y el derrumbe de Europa, el mismo Brzezinski en un artículo reciente titulado “Hacia un realineamiento global” establece con claridad que “Estados Unidos sigue siendo la potencia mundial política, económica y militarmente más poderosa, pero, teniendo en cuenta los cambios geopolíticos complejos en los equilibrios regionales, ya no es el poder imperial global”.

Lo dice con todas sus letras “ya no es el poder imperial global”. Hay entonces una nueva lucha por la hegemonía mundial. Termina el sueño de EEUU como única potencia imperial. Termina el tiempo del pensamiento único. Se agota el ciclo neoliberal y el capitalismo se transforma. ¿En qué se transforma? Hay indicios de que podemos estar transitando del capitalismo salvaje del ciclo neoliberal al capitalismo megasalvaje del ciclo posneoliberal.

Hoy en Europa vemos a una región en proceso de estancamiento y decadencia. Y en Sudamérica otra región en donde el imperio busca recuperar su traspatio, en dónde en poco más de un año EU transformó el mapa geopolítico, “recuperando salvajemente” a la Argentina y a Brasil del moderado progresismo y va por Venezuela, Bolivia y Ecuador. En ese esquema los aliados menores como México aparezcan ya muy pequeños y nos ven más claramente como una colonia y no como “socios”, menos como pares.

Todo eso en el marco de las gigantescas oleadas de migrantes del sur global, que más que indocumentados son refugiados. Hombres, mujeres y niños huyendo del hambre, de violaciones, de la miseria extrema y las amenazas contra su vida por parte de bandas criminales. Que huyen de sus países en guerra, donde se les ha negado un trabajo y una vida segura y digna.

Es como ha escrito, Alejandro González Iñárritu, no un problema de seguridad y terrorismo para los desarrollados países del norte, es simplemente una crisis civilizatoria y humanitaria. Los países del norte se sienten invadidos por las plagas de pobreza por ellos generada. En Europa y en EU han surgido líderes y movimientos racistas y xenofóbicos, muy parecidos al fascismo. Uno de ellos es el de Donald Trump y los neoconservadores norteamericanos. Pero no es nuevo, desde los años 70s del siglo pasado Reagan, el otro Donald los impulsó.

  1. El affaire Trump-Peña se ubica en éste complejo contexto que para el peñismo-salinismo pasó de noche. El imperio se transforma y anda en busca de nuevos y confiables aliados. 2016 no es 1993. La apertura comercial salinista hacia el mundo fracasó, el 85% de las exportaciones son hacia EU. Hoy nuestra dependencia es mayor que en los tiempos de Echeverría y de López Portillo. El ingreso al primer mundo fue una quimera. Nuestros “socios” del TLCAN lo saben perfectamente. Ya se olvidó, pero hace apenas unos meses Obama y el primer ministro canadiense desdeñaron y minimizaron públicamente a Peña.

Ahora que Trump vino a humillar a Peña en su domicilio pareciera que los asuntos de muros, controles y fronteras son temas nuevos para el imperio y no es así. Desde el 11 de septiembre de 2001 EU los convirtió en temas de seguridad nacional. Por ello dice Oriol Malló: Que Donald Trump repita la idea de construir un muro fronterizo, ahora pagado por México, no es nueva ya que “desde 1990 Estados Unidos ha construido en diferentes etapas unos mil 50 kilómetros de muros y cercas, que actualmente cubren el 33.3 por ciento del total de los tres mil 145 kilómetros de frontera entre los dos países”. Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña han sido cómplices.

Entonces ¿qué es lo nuevo? Para la derecha neoliberal mexicana la demostración fehaciente de su fracaso, para la izquierda la demostración palpable de que su diagnóstico era el correcto, pero no lo pudo aplicar. Y para los más, es la posibilidad de manifestar abiertamente que ya están hasta el copete con la misma política que ha sido un fracaso.

El imperio se reorganiza, Trump viene a hacerse campaña a costillas de Peña y lo humilla. Hillary simplemente lo desaíra y le coloca el último clavo. El salinismo construyó la idea de que eran socios del imperio. Es el fracaso del sueño salinista. Se veían como socios del imperio y ahora les recuerdan su condición de peones y obedientes subordinados. Los despertaron de su sueño dogmático.

Tump quiere terminar con el TLCAN, Hillary se conforma con no contemplar a México como socio del TLCAN. En realidad, Trump y Hillary, cada quien por su cuenta sencillamente los humillan y mandan al diablo. ¿A quiénes? A los firmantes del TLCAN que son del PRI, a sus apoyadores del PAN, incluidas las cúpulas empresariales y a los intelectuales orgánicos neoliberales y neoconservadores. A todos juntos. Y por ello todos juntos respondieron a la invitación de Peña a Trump y su desastroso resultado.

Para Carlos Loret de Mola fue una “humillación”; Peña según Raúl Trejo Delarbre “unió a todos… en su contra”; Para Jesús Silva-Herzog Márquez fue “una vergüenza, una estupidez y una traición”; para León Krauze fue una “debilidad moral y de carácter”; Héctor Aguilar Camín le critica a Peña “no rechazar con energía los insultos” de Trump; para Enrique Krauze es “un error histórico” y casi llama a la guerra patria, y más bromista para Jorge Castañeda “a EPN lo chamaquearon”. Pero Carlos Marín ridiculizó y humilló a Peña en Milenio TV en vivo. Así de plano. Todos los aliados de Peña están en su contra por pequeño y apocado. Y Peña sigue sin saber por qué.

Desde el lado progresista Guillermo del Toro dijo que Peña hizo “Lo impensable. Lo imperdonable. Lo imposible. El abismo”. Y para Alejandro González Iñárritu la invitación de Peña Nieto a Donald Trump “es una traición”. “Es avalar y oficializar a quien nos ha insultado, escupido y amenazado”. Los empresarios ni se diga y la jerarquía católica peor. Peña no tiene amigos ni aliados, ni espacio para la acción.

  1. Peña Nieto después de la trumpiza ha quedado en una situación inédita para un presidente, está aislado, con un equipo dividido, acompañado de sus ya pocos soldados fieles. A su regreso de China, Hillary lo fulminó con solo anunciar que no viene a México. Videgaray, Peña y el PRI ahora deben estar triplemente preocupados: Por si gana Trump, por si pierde Hillary y porque si gana ella les va peor. Peña y el PRI son ya un problema de legitimidad, de gobernabilidad y de seguridad nacional. Es tan grande su ineptitud y soledad que Peña debería renunciar.

Además, el affaire Trump-Peña fue seguido con desconcierto en América Latina. Y no es para menos, el imperio puso a Macri en Argentina, quito a Dilma de la presidencia de Brasil, quiere a Maduro fuera del gobierno en Venezuela y vapulea al gobernante de México, su principal “socio” latinoamericano.

Y es que para todos los países latinoamericanos las remesas que envían sus paisanos desde EU son parte importante de su economía. Por eso se quedaron estupefactos cuando Peña Nieto guardó silencio frente a Trump respecto a la construcción del muro fronterizo y frente a los insultos contra los inmigrantes.

Un nuevo ciclo se abre, el imperio viene más voraz que nunca, viene a implantar un capitalismo megasalvaje, a exprimirnos más para enfrentar a Rusia y China en mejores condiciones. Tal vez acepten perder la supremacía económica, pero intentarán mantener la militar a costa de todo, incluso de la guerra.

Un nuevo ciclo de lucha y resistencia ya se vive en México y América Latina. En México necesitamos cambiar el régimen político, recuperar el Estado para regular el mercado e impulsar el bienestar social. Erradicar la corrupción y la impunidad. Establecer un régimen democrático, con justicia y libertad. Ese es el reto de la nueva circunstancia mexicana.

El imperio manda al diablo a Peña y al PRI por obsoletos, pero el PAN ya quiere traer a Hillary a San Lázaro y Fox ya le pidió perdón y entrevista a Trump, que amenaza con declarar la guerra a México si no paga el muro. Ya se escucha con más frecuencia y atención la primera estrofa del himno nacional.

Un nuevo espacio de disputa, confrontación e incertidumbre se crea. Queda claro que solo la lucha nos hará libres y dignos.

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