jueves, marzo 28, 2024
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Vivir… no tan sólo por vivir

*Aarón Dávila*

Foto: Ilustrativa.

“Y así, tenía una caja de hierro, toda agujerada como salvadera, abríala y metía un pedazo de tocino en ella que la llenase y tornábala a cerrar y metíala colgando de un cordel en la olla, para que la diese algún zumo por los agujeros y quedase para otro día el tocino.”

“Parecióle después que en esto se gastaba mucho, y dio en sólo asomar el tocino a la olla. Dábase la olla por entendida del tocino y nosotros comíamos algunas sospechas de pernil.”

Pablos, nacido en Segovia, de padres de mal vivir, hace muy buenas amigas con su condiscípulo Diego coronel, hijo de padres nobles y acaudalados.

Se pone a su servicio y ambos entran como pupilos del licenciado Cabra, que la mata de hambre con su increíble tacañería.

Amo y criado son retirados en los puros huesos y, ya repuestos, se trasladan a Alcalá para proseguir sus estudios.

Los estudiantes hacen pagar el noviciado a Pablos jugándole una cochinísima broma; pero después se convierte en héroe de algunas travesuras muy divertidas.

Un tío de Pablos, el verdugo de Segovia le envía una carta en la que cuenta como ahorcó al padre de Pícaro, al tiempo que le invita a recoger la herencia del finado.

Se separa de Diego Coronel y se dirige a Segovia.

En el trayecto, se encuentra con unos tipos extravagantes: un arbitrista (inventor de proyectos descabellados) que pretende convencerlo de que puede secar el mar con esponjas, un esgrimidor, un mal poeta, autor de cincuenta octavas a cada una de las once mil vírgenes, etc.

Cobra tres cientos ducados que le había dejado su padre y se encamina a Madrid.

Aquí entra en una cofradía de pícaros, pero muy pronto da con sus huesos en la cárcel, de la que sale sobornando al alguacil. Después de una serie de aventuras, marcha a Toledo donde se hace autor y también actor de comedias.

En Sevilla oficia de matón, más como la justicia le sigue los pasos, decide embarcarse para las indias. Aquí le fue peor, “pues nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y costumbres”.

Este es un Resumen de la obra literaria historia de la vida del buscón, llamado don pablos. – Francisco de Quevedo –

¡Vaya pue!, dijera el compadre Manuel.

Cualquier parecido, es mera coincidencia.

¿Cuántas veces habremos tropezado con la misma piedra?

Por lo regular al tropezar con ella, lo que hacemos es patearla y arrojarla hacía otro lugar, pero lo que nunca hacemos, es recogerla y llevarla a donde nadie más tropiece o a donde nunca más tropecemos nosotros mismos con ella.

Y bueno… esa es la naturaleza humana, nos cuesta tanto reconocer nuestros errores.

Es decir; si no encontramos algo, en el lugar donde estamos, es mejor limpiar bien el lugar, para estar seguro de que no está ahí lo que buscamos.

Probablemente encontremos no sólo lo que buscábamos en ese momento, sino además, lo que buscamos los días anteriores.

Si tan solo cambiamos de lugar, como solía hacer Pablos en la historia que resumimos con antelación, pero no cambiamos nuestras malas costumbres, los malos hábitos que sin darnos cuenta nos van definiendo como personas, nos dejaran expuestos al tropezadero.

Es por esto, por lo que, debemos cuidar que la libertad que gozamos para vivir nuestras vidas, no se convierta en libertinaje y dañemos a quienes están a nuestro lado, en consecuencia, de nuestros actos.

El apóstol Pablo decía: “Pero miren que esta libertad suya no venga a ser tropezadero a los que son débiles.”

El libertinaje, no es tan solo el abuso o el exceso de las prácticas de libertad, sino la constante latencia del mismo error y de la misma falla.

La insistencia del mal destruye el brillo de nuestras vidas, nos hace vivir por vivir, sin buenos frutos, sin justicia, sin caudal.

Vivir… ¡Pero, no solo por vivir!

La vida es tan bella y tan basta de buenos caminos, que vale la pena adentrarse a tantos como podamos, dejar pasar los errores cometidos, despojarnos del peso de la culpa, apartarnos del árbol que no ha dado buen fruto.

llenemos nuestra alforja de la riqueza de la vida, de todas las cosas hermosas de esta, y busquemos con deseos renovados la transformación de nuestro entendimiento.

Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia,” lo que significa cambiar a una vida completa y llena de propósito.

No nos conformemos con enseñar a la olla el tocino…

Posiblemente exista quien pregunte: – ¿Cambiar yo? ¿A mis 55 años de edad?  -La respuesta adecuada será: Si, tú ¿por qué no?

A mi parecer, la opción de cambiar, no tiene nada que ver con la edad, sino más bien con la realidad de nuestra vida.

Pensemos con honestidad si las acciones de nuestra vida han sido congruentes con nuestro pensamiento, en ocasiones cometemos insistentemente el mismo error o pecamos tanto en el mismo sentido que no percibimos el daño que le causamos a quienes están cerca de nosotros, por ejemplo:

Cuando un jefe deprecia tanto el esfuerzo de sus empleados que ha perdido ya la confianza de estos y su deseo por superarse, o cuando un padre enfatiza tanto los errores de sus hijos o de uno en particular, que no se da cuenta ya, que de tanto hacerlo perdió el amor y la confianza de su hijo o hija desde un tiempo atrás. 

Los errores que no se corrigen a tiempo y de la forma correcta se encarnan y dejan de percibirse como errores y simplemente los volvemos en algo cotidiano e imperceptible.

No le asomemos a la vida la oportunidad solamente, hagamos uso de ella y permitamos que las cosas que deban corregirse y cambiar de rumbo cambien y tomen el camino correcto. Un camino de bien verdadero.

Muchas gracias.

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