jueves, abril 25, 2024
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El perdón verdadero

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*Aarón Dávila Payán*

Foto: Ilustrativa.

En cierta ocasión, hablando con una persona sobre el perdón me dijo:

-Yo no puedo perdonar a mi esposo, tal vez Dios, pero yo no.

En días pasados, tuvimos la oportunidad de recordar el más grande sacrificio que jamás pudo hacerse por la humanidad, hablando por supuesto del sacrificio de Jesucristo.

Por justicia, la ley obliga el castigo de quien comete una infracción, la ley, únicamente puede admitir castigo, cuando se demuestra la culpa a la luz de la verdad.

En el caso de la humanidad, nuestra propia naturaleza nos hacía merecedores de un caso resuelto en nuestra contra y por esta causa el juicio, sin embargo, el amor perfecto de Jesús, expuso la capacidad del perdón, del perdón sin prejuicios, de aquel que a la luz de la verdad otorga libertad, libertad verdadera.

-Yo no puedo perdonarlo, tal vez Dios, pero yo no- me dijo aquella persona.

El problema aquí le dije, que, sin perdón, no puede existir remisión de pecados y al no existir el perdón, quedamos atados a los efectos del dolor, de la zozobra, de la incertidumbre, del peso que provoca el odio y el rencor, de manera que el perdón no tiene sólo que ver con la justicia, sino también con la razón y sobre todo con el corazón.

Es decir; si a pesar del acto de justicia no soy capaz de perdonar, el corazón, no sana, queda atado en raíces de amargura, que no nos permitirán experimentar la calma que otorga el perdón.

Cuando no perdonamos, quedamos sujetos a la maldad de quién nos dañó. De manera que, quién merece juicio que lo obtenga, quién castigo, lo reciba, pero no tiene porque, el corazón nuestro seguir atado a ese dolor, además culposo e inmerecido, que se cumpla la sentencia, pero que no quede en mí, raíz alguna.

Esa es la obra redentora, el verdadero perdón otorga libertad, renuevo y capacidad de seguir adelante.

“Y conoceréis la verdad y esta os hará libres” quien perdona, no exime de culpa a nadie, más bien, consigue libertad para sí mismo, entonces la justicia tendrá un efecto completo.

Vivir en libertad lo cambia todo, quita el peso de los hombros, nos da claridad y por supuesto paz.

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