jueves, marzo 28, 2024
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La verdadera paz

*Aarón Dávila*

Foto: Ilustrativa.

“Nunca hubo guerra buena ni paz mala”

La guerra es un acto de violencia, violencia es la ausencia de paz en el corazón de los seres humanos.

Que insignificante parece en ocasiones la paz, frente a los monstruos consecuentes de la ignominia a la razón.

A paso firme el tiempo cumple su acuerdo, dejando a tras el día, abriendo paso a la noche profunda. Inalcanzable parece la razón cuando hay tanto camino por recorrer.

“Como llama divina es el fuego ardiente del amor. Ni las muchas aguas pueden apagarlo, ni los ríos pueden extinguirlo.”. No hay bien que por mal no venga: reza el dicho, ni mano que lo sostenga. 

“Mi paz les dejo, mi paz les doy, mas no como el mundo la da” Cuando el Cristo de Nazaret profirió estas palabras, dejaba en claro sus intenciones hacia la humanidad; deshacer las obras del mal y cambiarlas por su amor perfecto y como efecto consecuente sembrar en el corazón de los seres humanos su paz perfecta e inquebrantable.

Paz y amor, amor y paz. El orden de los factores no altera el producto, es una lógica profunda, inconfundible y verdaderamente necesaria.

¿Puede alguien acaso vivir sin paz y sin amor? Probablemente alguien así lo crea, pero el resultado de sus obras dejará ver sus intenciones y el resultado de su acuerdo.

“El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”.

La verdadera paz no admite indiferencia, actúa de frente, desecha el egoísmo y la mentira. Más allá de las buenas intenciones, reconoce en cada ser humano, así el grande como el pequeño, ricos y pobres, mujeres y hombres en igualdad de condición, un depositario de confianza y oportunidad de ser.

Este mundo, nuestro mundo, el que nos tocó vivir, suplica a viva voz por la paz verdadera, una perdurable y sincera, sujeta al amor y dispuesta a dar de sí lo mejor.

La paz que solo Dios nos puede dar, una paz sin medida.

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