viernes, abril 26, 2024
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Relojeros detenidos en el tiempo

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*Melchor García*

Foto: Melchor García.

Guardando el compás de las manecillas, cuidando el andar infatigable del segundero, hablando de un tiempo pasado que dicen los que saben siempre fue mejor, están las manos de don Alberto Mendoza, toluqueño de 61 años quien responde sonriendo que este 2020 cumple 35 años de ser relojero.

Le da un vuelco a su memoria y recuerda a su madre, quien para sacarlos adelante a él y a sus nueve hermanos, se hizo cargo de una relojería en el centro de la ciudad, hecho que lo marcó para siempre pues desde los tres años se acostumbró a vivir entre el tic tac, las campanas, el péndulo de los reloj cú  cú y a jugar entre despertadores.

“Mi mamá, la relojería de la que se hizo cargo cuando se separó de mi padre. Me acuerdo que yo jugaba entre despertadores, a mi mamá le empezaba a cantar, me decía no hagas eso, una cosa la verdad muy bonita.”, expresó.

Desde el corazón de Toluca en las Alacenas del centro de la ciudad está su pequeña guarida, la relojería Joyel, la que da nueva vida a los relojes que detienen su paso talvez porque su mecanismo se averió o talvez porque se niegan estar en un tiempo que ya no les pertenece.

“Cuando empezó a salir el reloj de cuarzo empezaron a desaparecer las refaccionarias para relojeros y joyeros, actualmente en México debe haber unas tres.”, refirió.

Niega la posibilidad de que desaparezca la máquina que ha acompañado a las familias, talvez sí superada por la tecnología, pero nunca por su posibilidad de transmitir la voracidad y en andar del tiempo.

“Dicen que la generación Z que del 2000 mil a la fecha ha sido las más inteligente, que captan mejor las cosas que uno, entonces me he dado cuenta que los jóvenes compran relojes grandes, vistosos, pero no ven la hora, nada más es para lucirlo.”, dijo.

Hoy con una condición psicosomática que le hace escuchar el latido de su corazón en su oído izquierdo, asegura es esta es la muestra que estaba grabado en su destino, cuidar el andar de los relojes con ese tic tac siempre retumbando en su cabeza.

“Voy al día, mi negocio es noble, me da de comer, me da para vicios que tenga, yo no tomo, pero sí me gusta fumar tomar café, yo quiero mucho mi negocio porque actualmente es mi casa, es mi solvencia. Mi negocio tiene poca mercancía, pero es noble mi negocio porque no me deja morir solo.”, finalizó. En medio del caos de la ciudad están sus manos siempre exactas, en medio de los gritos de la comida rápida está su paciencia, en medio de trabajadores estresados está el nombre de su relojería Joyel, que en el francés se traduce como “pequeña joya”, una joya de la ciudad perdida en el tiempo.

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