jueves, abril 25, 2024
Opinión

Cuando los hijos se van

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*Aarón Dávila*

Foto: Ilustrativa.

Probablemente uno de los temas más sensibles para los padres de familia en la actualidad sea tratar o enfrentarse al momento en que un hijo decide que ha llegado el tiempo de abandonar el hogar o la casa para emprender lo que posiblemente será el reto más grande de su vida.

Desarrollarse como individuo, integrarse y crear lazos sociales propios, y más importante aún, trazar su propio camino, el que a partir de ese momento le será el camino sin igual, uno lleno de oportunidades, de cosas por aprender, de retos por enfrentar, de experiencias por vivir, y muy importante decir que será también el camino que les verá caer una y otra vez hasta que ocurra una de dos cosas, regresen en busca de auxilio con sus padres o logren, a pesar de todo, encontrar el camino angosto que les ha de llevar hasta su destino verdadero.

Cuando nuestros hijos deben dejar el hogar, ya sea por motivos laborales, por estudios u otros, se forma en el corazón de los padres una sensación que puede ser verdaderamente dolorosa, pero, aclaro, incierta y la mayoría de las veces infundada.

Desapego, traición, desamor, olvido, desamparo, etcétera, todo esto, debo decir, no es más que una sensación que nuestro corazón amante, corazón de padre protector, crea, porque sentimos que quedará un vacío en nuestro hogar, probablemente físico sí, pero jamás emocional, y además sabemos que ya no estarán bajo nuestro amparo, pero esto no significa de ninguna manera que ya no nos amen, nos rechacen o de la noche a la mañana olviden todo nuestro cariño y enseñanzas desde niños.

Los hijos son muy importantes para nosotros, son el fruto de nuestro amor y los queremos más que nada.

Los hijos crecen y maduran muy rápido, al menos así nos parece, pero para nosotros ellos siempre serán nuestros bebés, que requieren, por tanto, de nuestro cuidado y protección continua. Es por esto por lo que el sabio Salomón decía: “Instruye al joven desde niño para que cuando éste crezca jamás desvíe su camino.”, (paráfrasis).

Ciertamente lo que siembres en el corazón de tu hijo o hija, desde su niñez, será lo que lo acompañe todos los días de su vida, bajo cualquier circunstancia por vivir; buenos valores, hábitos proactivos, amor abundante, atención suficiente, tiempo de calidad y remanso.

Tenemos tantas cosas bellas y por demás importantes que dejar en el corazón de nuestros hijos que lo que menos debe preocuparnos en esta vida es el momento de su partida, esa es una decisión que llegue o no, porque no es condicionante de un hijo, puede ser que éste decida que es mejor no separarse del hogar que le vio crecer, hasta que sea oportuno hacerlo, pero, si es el caso y el hijo por el anhelo de su corazón opta por salir de casa, lo más sabio será ayudarles y brindarles con el corazón en la mano todo nuestro apoyo para que todo se dé en paz y, haciendo así, las puertas del hogar siempre quedarán abiertas para ellos.

No exasperes a tu hijo o hija con razonamientos necios del por qué no debe irse jamás, antes bien sé sabio, prudente y capaz de resolver los tiempos y haciendo así tus hijos siempre guardarán en su corazón buenos tesoros, que les serán fortaleza en su camino.

Probablemente el mejor regalo que podamos hacerles en ese momento es apoyarlos incondicionalmente, sabiendo que es el tiempo más grande de prueba para ellos cuando ya no está papá o mamá para resolver las cosas.

Permítanme expresar lo siguiente, no hay nada comparable al momento en que un hijo encuentran la facilidad de acercarse a sus padres para pedir consejo e instrucción con los asuntos que irán enfrentando; seamos sabios, entendiendo que dejar la puerta abierta para que nuestros hijos se sientan tranquilos y confiados de contarnos sus experiencia, problemas y toma de decisiones, hará siempre la diferencia.

Sí, es verdad, es doloroso cuando llega el momento de enfrentarlo, pero posiblemente el verdadero temor sea saber si hicimos lo correcto y, mejor dicho, lo suficiente en cuanto a su enseñanza y tiempo con ellos.

Por tanto, aprovechemos bien nuestro tiempo antes de que llegue el día en que debamos enfrentar este tipo de experiencias, seamos padres amorosos, sabios y entendidos, dediquemos el tiempo suficiente y necesario para sembrar en el corazón de nuestros hijos buenas semillas de vida y esperemos, entonces, fruto abundante y una buena cosecha.

Recuerda que el amor verdadero siempre será buena compañía.

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