sábado, abril 27, 2024
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Niño Dios, tradición que se niega a morir

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*Melchor García* 

“Hay que mantenerlo bonito, si es al que uno le pide milagros y mantener la tradición” así lo explica doña Rosa Pérez para Diario Evolución al comentar la valía que tiene para ella y su familia la tradición de arropar a su niño Dios cuando está próxima la Fiesta de la Candelaria.

El Jardín Zaragoza, en el centro de Toluca, se ha convertido en el espacio para conservar la fe, en el lugar al menos una decena de artesanos originarios de la ciudad ocupa sus horas dándole vida a los pequeños gastados por el tiempo.

Uno de esos artesanos es Elías Hernández Morales, quien, desde hace cinco años, saca sus mejores herramientas, se dota de paciencia y de amor y trabaja con el yeso para revivirlos y salvarlo de la basura esto pese que reconoce la paga no es la mejor, pues de una compostura de hasta cuatro horas puede ganar apenas 150 pesos.

Pese a ello recuerda que uno de los días más significativos de lo que lleva dedicándose al oficio de restaurador fue hace dos años, cuando una mujer llorando le pidió que salvará a su hijo, un niño Dios que estaba hecho pedazos.

“Una señora se acercó con una imagen toda destruida, estaba para tirarse a la basura, pero ella no quería, llorando me pidió que la arreglara y lo hice, con solo lo que quedó de la cara y las pocas partes rescatables, se pudo arreglar. Fue muy lindo lograr la sonrisa”, comentó.

Si bien la tradición ha cambiado de generación en generación, asegura que los adultos mayores atesoran a sus niños Dios y los buscan nuevos ropones año con año, si tienen un desperfecto los mandan a arreglar.

“Los hay de todos los materiales, pero son los más grandes los que los traen a arreglar, incluso hemos visto qué hay hasta de plástico, porque no se desgastan, aunque sí, el más común sigue siendo el de yeso. Aquí también le damos mantenimiento a los de madera”.

Con ello pese al cambio generacional la tradición se mantiene en los hogares, junto con la diversificación del negocio. Las reparaciones van desde 50 a 300 pesos registrando las más comunes la caída de los brazos, un pie, un dedito o hasta la restauración de toda la imagen por desgaste o descuido de sus dueños.

“Con el paso del tiempo las nuevas generaciones van perdiendo esa tradición y se van por lo más fácil que es comprar una imagen nueva”. expresó.

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